Se
hallaban en una vasta sala cubierta de anaqueles de madera sobre los que se
acumulaban miles de volúmenes. Los grandes ventanales orientados hacia oriente
y poniente proporcionaban a la estancia toda la luz necesaria para el trabajo
que se desarrollaba en su interior. Enormes mesas de madera se extendían a lo
largo de toda la estancia, en dos filas paralelas que permitían el trabajo de
docenas de copistas que en aquel momento se afanaban sobre sus pergaminos.
-
Mediante aquellos pesados cortinajes regulamos la cantidad de luz ... y la
temperatura. El verano es más caluroso aquí que en nuestra tierra.
-
¿Cuál es tu labor aquí? – preguntó Musa.
-
En este momento me encargo de elaborar un catálogo de las obras que ves. No están
todas aquí, hay otras salas y almacenes. No hemos terminado, pero estimo que
los fondos sobrepasarán los cien mil volúmenes.
-
¿Y qué es lo que copian? - preguntó señalando a quienes en aquel momento
trabajaban con diligencia sobre sus bastidores.
-
Muchos códices están tan deteriorados que es preciso copiarlos antes de
permitir su consulta. Y no resulta fácil en todos los casos: muchos de ellos
están escritos en lenguas en desuso, y es necesario disponer de traductores
capaces de realizar el trabajo. No es una labor puramente mecánica: hay
tratados que no pueden traducirse de forma correcta sin un profundo
conocimiento de la materia sobre la que versan. Por eso aquí se reúnen los más
grandes eruditos de Occidente, e incluso algunos venidos de Constantinopla, Damasco
o Alejandría.
-
¿Y con qué objeto? - preguntó Musa extrañado.
-
La principal forma de incrementar nuestras obras es el intercambio con otras
bibliotecas del orbe entero. En este momento, Abd-al Rahman cuenta con cientos
de emisarios repartidos por todos esos lugares que te comento, pero también en
la sede papal de Roma, en cenobios de la Galia y en la propia corte del
emperador. Viajan con libros copiados en nuestros talleres, que intercambian
por otros ejemplares de los que carecemos. A veces son ellos mismos quienes copian
los volúmenes, por lo que su retorno se demora años.
Avanzaron
entre las mesas, intercambiando saludos con los calígrafos.
-
No sólo resulta fructífero el intercambio de volúmenes: también adquirimos
nuevos conocimientos sobre los procedimientos de confección de pergaminos,
incluso de tintas y cálamos. Todo el material que ves aquí se fabrica en
nuestros propios talleres.
Abandonaron
la gran sala situada en el primer piso del edificio y descendieron una amplia
escalinata de mármol que les condujo al zaguán empedrado. Atravesaron un amplio
patio en cuyos laterales se abrían grandes puertas de madera y se dirigieron
hacia una de ellas. Les recibió un penetrante olor, y Musa hubo de esforzarse
para que su rostro no manifestara el desagrado que le producía.
-
Las pieles se maceran en cal durante tres días – explicó Ziyab al tiempo que señalaba
una enorme pila llena de un caldo lechoso. Luego se raen cuidadosamente por
ambas caras para eliminar restos de pelo y se depositan en aquel secadero que
ves al fondo. Después aún se lijan con piedra pómez para hacer desaparecer
todas las irregularidades. Y éste es el resultado. –Ziyab tomó una piel
completa y lisa que todavía conservaba la forma del animal, y se la tendió a Musa,
que pasó su mano para apreciar la suavidad del tacto-. El proceso continúa en
otra dependencia. Te lo mostraré.
Con
alivio por parte de Musa al abandonar aquella nave pestilente, recorrieron la
pequeña distancia que les separaba del edificio que se abría en el lado opuesto
del patio.
Esta
vez el olor era acre, pero ya no resultaba desagradable.
-
Aquí se obtienen los bifolios de pergamino, normalmente cuatro por cada piel,
que equivalen a un cuaderno o cuaternión, que es la construcción usual.
Musa
tomó uno de los que se acumulaban sobre el tablero de madera.
-
El bifolio exterior presenta hacia fuera el lado de la piel, ¿lo ves? Dentro
quedan enfrentados los dos lados de la carne, y esto se repite con los otros
dos bifolios – aclaró Ziyab ayudando a Musa a pasar la página.
Era
evidente que Ziyab disfrutaba con aquello, y Musa asentía interesado a sus
explicaciones.
-
Sígueme, vamos a ver cómo se prepara el cuaderno para la escritura.
Se
aproximaron a una zona mejor iluminada que el resto, donde se inclinaban sobre
la mesa varios operarios provistos de punzones y escuadras de madera.
-
Aquí se procede al pautado del folio para fijar el formato del libro y la caja
de escritura, de acuerdo con las necesidades del copista que lo va a utilizar.
Con el punzón atraviesan el pergamino y, guiados por los pinchazos, trazan la
pauta con una punta roma. ¿Ves? Las rayas horizontales guían el trazado de las
letras, y las verticales delimitan la caja del texto. Observa cómo lo hace este
muchacho.
-
¿Y tienen que hacerlo una a una?
-
No, suele hacerse de dos en dos. Se raya en folios superpuestos, y en la capa
inferior queda la marca como un calco.
-
Un trabajo meticuloso – observó Musa.
-
Aquí se almacenan los cuadernos listos para su traslado a la sala de escritura –
explicó Ziyab apoyando su mano en una pila de ellos.
-
¡Cuánto esfuerzo para obtener un beneficio tan diferido! Es digno de encomio.
-
Tienes razón, por eso son tan pocos los capaces de realizar esta tarea.
Demasiado tiempo de esfuerzo y aprendizaje cuando las necesidades aprietan y
hay que buscarse el sustento. Los libros transmiten el saber antiguo, la
doctrina religiosa, los conocimientos de otras gentes, pero antes de
alcanzarlos, ¡cuánto trabajo y cuántos sudores! Por eso estas dependencias que
te he mostrado son una isla dentro de un océano que el emir cuida con mimo y
esfuerzo.
En
aquel momento un oficial entró en la sala donde se encontraban. Por su actitud
parecía buscar a alguien con urgencia y, cuando vio a Ziyab, su gesto expresó alivio
y se dirigió hacia ellos a grandes zancadas.
extracto da novela de Carlos Aurensanz; fala do "terceiro rei de Hispania," unha figura chave no s. ix
AURENSANZ, CARLOS. Babu Qasi. Los hijos de Casio (2009), pp. 383-385.
REFERENCIAS:
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